Nun contexto cultural xudeo-cristián, a recuperación do perdido Paraíso Terreal polo primeiro home é, sen dúbida, o símbolo fundamental da conquista da Felicidade. Empeño no que o ser humán, incapaz de renunciar conquista tan importante, está sempre disposto a empregar tódolos medios ao seu alcance.
Tal empresa endebén, impedida polo mesmo Deus, parece, cando menos, unha utopía inalcanzable, un soño imposible. Situación da que é plenamente consciente o home, disposto, nun acto de realismo merecedor de mellor sorte, a substituílo por unha transformación do mundo no que está condenado a vivir nese "edén" nunca esquecido, vendo nos atrancos que lle ofrece a natureza a oposición mesma do Deus que atrancou as portas do seu Paraíso coas espadas de fogo dos seus propios anxos. Incluso aqueles que se confesan ateos, non crentes, non poden, neste sentido, anular de todo o poder oculto do seu inconsciente.
A lectura, fai xa algún tempo, dun libro como Educación ambiental: realidades y perspectivas, dos profesores J.A. Caride (Coord.), M.D. Candedo, P.A. Meira, M.J. Mosquera, A. Requejo, C. Rosales y M.A. Zabalza, motivara un breve artigo que agora me gusta volver a ler. Trátase, de certo, dun traballo universitario que, na perspectiva da educación, se inscribe no contexto desta problemática de tanta actualidade e urxencia para o home de hoxe. Analizando, primero, a realidade do problema nas nosas circunstancias actuais, e intentando, a continuación, ofrecer as perspectivas posibles dun futuro próximo dunha presentación educativa que asuma a súa parte de responsabilidad na loita por conservar o único mundo do que dispoñemos para vivir e que estamos a punto de facer inservible para la vida, convertíndoo simplemente nun arrepiante cadaleito.
O artigo que publiquei entón, en castelán, dicía así:
Que el hombre desde un principio, desde el momento en que tuvo conciencia de si mismo, se ha visto presionado por la necesidad de afirmar, antes de nada, su propia identidad, en cuanto ser extraño en un contexto desconocido, y a intentar asegurar su supervivencia y su futuro, en un medio que, de un modo sorprendente, se presentaba como su único espacio vital, parecen hoy verdades que nadie se atrevería a poner en duda. Las distintas respuestas del hombre a esta situación irán, evidentemente, variando a lo largo del tiempo. Soluciones de carácter social, político, religioso..., descubrirán vías diferentes de afirmación y salvación en un mundo en exceso agresivo, en los primeros momentos, insuficiente para todos, en otros, o simple lugar de paso hacia paraísos perdidos que se hacía urgente recuperar.
A nuestro tiempo, a nosotros, nos ha tocado vivir entusiasmos científicos y técnicos, que, en cualquier caso, parecen más proclives a facilitarnos informaciones "seguras" sobre este mundo, nuestro propio contexto social, político, religioso, cultural... que a aventurar esperanzas de futuros que aconsejen renuncias de presentes. El hombre, envejecido en el esfuerzo de la medida de un tiempo infinito, se vuelve de pronto niño presuroso, angustiado ante el grito de rebeldía que cree escuchar en una naturaleza sobre la que siente haber perdido su capacidad de dominio y señorío. El rey de la creación, sobrecogido de un nuevo miedo, esta vez a lo conocido, toma conciencia del peligro de destronamiento con que abiertamente le advierte y amenaza una fuerza que creía tener dominada: el mismo medio en el que vive.
Y lo que resulta mucho más angustioso y sobrecogedor: es el hombre mismo, en su ambición desmedida de dominio y sometimiento del medio, más por placer irresponsable de afirmación de su propio ego que por necesidad de nuevas mejoras en su calidad de vida, el que termina transformando a una naturaleza, pródiga de favores, en peligro inminente de destrucción del propio hombre. El paraíso terrenal, conquistado por el hombre moderno frente a la respuesta insatisfactoria de aquella "morada de descanso" que predicaba la Edad Media o de "la vida de la fama" que anunció orgulloso un Renacimiento admirador de la grandeza y superioridad del hombre, aparece de pronto, por virtud del desprecio e irresponsabilidad de éste, convertido en trampa mortal para la supervivencia misma de la especie humana.
Ha sonado ya la campana de los trágicos anuncios. Nuestro mundo, nuestro hábitat, está a punto de hacerse residencia de muerte y destrucción. Es el momento de buscar nuevas respuestas a nuestro desenfreno irracional. Respuestas políticas, sociales, educativas... Nuestro mundo está en peligro, y el hombre en él.
jueves, 25 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario